91ª Entrega de los Premios Oscar

Los lunes son complicados. Más aún si te has tirado toda la noche en vela para ver cómo ninguneaban a tu película favorita. Pero claro, los Oscars son tradición -y sin importar si trabajamos al día siguiente- tenemos que ver la gala y comentar los premios antes de que dejen de ser trending topic. Así que vamos allá:


¡Bienvenidos/as a la gala cinematográfica más famosa (y a la -probablemente- edición más políticamente correcta) de Hollywood!

Esta nonagésima primera edición comenzaba con la actuación de Queen, aventurando -ya desde el primer segundo- el éxito de Bohemian Rhapsody. La película sobre la vida del anterior vocal y líder del grupo, Freddy Mercury, comenzaba la noche con cinco nominaciones y la terminaba con cuatro premios. Un éxito rotundo sólo comparable a la gran vencedora de la noche: Black Panther.

La película sobre el superhéroe y rey de Wakanda que ya se introducía en la guerra civil de los Vengadores tiene la particularidad de contar con un elenco mayoritariamente negro. Hago esta distinción porque -salvo eso- no tiene nada de especial: no hay nada que no hayamos visto antes en las muchas muchas otras películas de vengadores y, pese a ello, hace historia convirtiéndose en la primera adaptación de cómic de superhéroes que opta al premio Mejor película. Aunque finalmente este premio fuera para otro film, llegar a los Oscars con siete nominaciones a la espalda es lo mejor que le ha ocurrido nunca a una película de Marvel desde la decisión de repudiar a los dos primeros Hulk. 

Sigamos con la gala. Tras el primer número musical de la noche llegaban Amy Poehler (a quien le doy gracias por Russian Doll), Tina Fey y Maya Rudolph para avisar de que nos enfrentábamos, por primera vez en 30 años, a una gala sin presentador. Ojalá esto hubiera sido lo peor. Y ojalá un año con alguna de estas tres como anfitrionas, todo sea dicho. Esta rápida introducción incluía el primer premio de la noche: Regina King levantaba su Best Supporting Actress mientras yo me preguntaba por qué la Academia odia a Amy Adams (aunque también me hubiera bastado Rachel Weitz).

El resto de la noche avanzó sin mucha gloria: trajes caros (y mayormente horteras), discursos largos, premios muy repartidos y pocas sorpresas. Si algo de esta edición quedará para la historia será el momento musical que protagonizaron Bradley Cooper y Lady Gaga y es que Shallow, al igual que ocurría en la película, es lo único que merece la pena. Bienmerecido es el premio a la Mejor Canción de A Star is born.

El tercer gran éxito es para, efectivamente y según los criterios de la Academia, la Mejor película. Green Book es, al igual que Bohemian Rhapsody, otra historia adulterada, un biopic convertido en producto para vender más y más entradas. Que sí, que la escena del Live Aid te pone los pelos de punta y que Viggo Mortesen y Mahershala Ali hacen un papelón, también. Pero no nos engañemos: ambas películas las hemos visto mil veces, con otros nombres y otros actores. No hay nada nuevo. No hay nada especial. Lo que me hace pensar que quizá estemos viviendo un año de cine pop.

Podrían ser las cinco y cuarto de la mañana cuando terminaba esta atípica gala y antes de irme a la cama, hacía un breve repaso: The Favourite, la película del director griego, se volvería a casa habiendo probado un sólo bocado, el de Mejor Actriz Principal -otro bienmerecido a Olivia Colman-. Mucho mejor parada salía Roma, el film con el compartía podio de expectativas y número de nominaciones se llevaba dos: Mejor película extranjera y Mejor Dirección (¡viva México!) y la satisfacción de haber cambiado la reglas del juego: la producciones de Netflix ahora también van a los Oscars. BlacKKKlansman (Infiltrado en el KKKlan en español), dirigida por Spike Lee, consiguió el Mejor Guión Adaptado y una pataleta al final de la noche. Por último, Vice -la película donde ningún actor parece él mismo- se lleva, irremediablemente, el Mejor Maquillaje.

En mi opinión personal, este año ha sido un completo fracaso. El verdadero premio era estar nominado. Las categorías estaban llenas de "nominaciones por compromiso": colectivos que ocupaban una silla y permitían que la Academia se pusiera la medalla de la inclusión. ¿Cuánta verdad había en las nominaciones a Mejor actriz de Yalitza Aparicio y Lady Gaga cuando competían con Glenn Close? ¿Realmente podía ganar Roma la Mejor Película si llevaba la Mejor película extranjera? ¿Qué sentido tiene la categoría de Mejor Actor si todos van disfrazados? ¿Podríamos ver a Capitana Marvel levantando el premio a Mejor película el próximo año? Este año he visto más política en los Oscars que en Eurovisión y aquí lo dejo, entre mi falta de sueño y mi completa indignación.

Comentarios